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Aliviar la sed con agua de mar

La desalinización se muestra como una solución simple para acabar con la escasez hídrica mundial. ¿Qué tan viable y necesaria es empezar a aplicarla en el Perú?

Publicado: 2017-06-01

Si el 97.5% de toda el agua del mundo está en los océanos, ¿por qué simplemente no se empieza a potabilizar el agua marina para así resolver la crisis de escasez hídrica que se vive a nivel mundial? Según la Asociación Internacional de Desalinización, actualmente, son más de 18 mil plantas desalinizadoras en 150 países las que abastecen aproximadamente a 300 millones de personas con agua que proviene del mar convertida a agua potable, y estos números van en constante crecimiento: del 2013 al 2015 las empresas desaladoras pasaron de producir 78 mil millones de metros cúbicos a 87 mil millones. Usar el agua del océano Pacífico para la agricultura costeña peruana, por ejemplo, podría en teoría reemplazar la necesidad de usar el agua de los Andes y también podría aliviar los problemas de escasez hídrica que existe en varias zonas costeñas del país.

Este año, debería empezar a funcionar el proyecto pionero Provisur, la primera planta desalinizadora del país creada específicamente para consumo humano, la cual brindará agua potable a 100 000 pobladores de los distritos de Punta Hermosa, Punta Negra, San Bartolo y Santa María del Mar. En medio de una supuesta “revolución desalinizadora” a nivel global, ¿vale la pena que el Perú replique este sistema por toda la costa?

La desalinización para el consumo humano es un invento tan revolucionario como costoso por el alto nivel de energía y tecnología que demanda. Producir un metro cúbico de agua apta para consumo humano a través bajo este sistema cuesta entre S/.1.64 y S/.9.84 según el precio por electricidad del país y sin contar el costo de traslado al hogar (que es en realidad la parte cara del servicio), mientras que en el Perú se paga como máximo S/. 2.81 por la misma cantidad e incluyendo el traslado por red al hogar. Tan solo la inversión referencial por el proyecto Provisur – que incluye también una planta de tratamiento de agua - es de US$ 100 millones. 

De acuerdo a YaleEnvironment, otro obstáculo que limita la posibilidad de expandir este sistema es el impacto medioambiental. Los daños a los ecosistemas marinos por la absorción peces en el agua que ingresan a la planta, el uso de productos químicos durante el proceso y, sobre todo, el vertimiento de residuos extremadamente salados al agua, son factores que complejizan la operación, y por ende, funcionan como filtro para que no cualquier empresa pueda entrar a operar. 

La mayoría de plantas desaladoras en el Perú se encuentran en empresas que no solo tienen capital suficiente como para costearlas, sino también la necesidad de hacerlo ya que su operación depende de ello. La causa de la propagación de este sistema por el mundo responde generalmente a la necesidad urgente de supervivencia, casi como una última opción. Por ejemplo, las condiciones desérticas del Medio Oriente han obligado a extender este sistema por la mayoría de países, lo que ha dado como resultado el hecho que actualmente el 53% de las plantas desaladoras de todo el planeta se concentren en esta región. 

El Perú cuenta con reservas de agua dulce suficiente como para no tener que recurrir a la desalinización a escala masiva. Si se dice que este sistema, el reciclado de aguas residuales y la recuperación de las aguas pluviales son los tres pilares de los futuros sistemas de suministro de agua, también se debe tener en cuenta que cada uno de estos pilares exige necesariamente una gestión eficiente que pueda distribuir el recurso. Mientras el país no cuente con esto, ni siquiera el océano Pacífico va a servir como una fuente de agua útil. 


Escrito por

Daniel Macera

Comunicador por la PUCP. Máster en Sostenibilidad Ambiental, Económica y Social en la Universidad Autónoma de Barcelona.


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Comunicador por la PUCP. Master en formación en Sostenibilidad Ambiental, Económica y Social en la Universidad Autónoma de Barcelona.